POR PATRICIA RETANA
Cuando apenas tenía seis años, en uno de sus libros de primaria, descubrió una imagen del corte transversal terrestre. En ella, además del núcleo y todas sus partes, al dibujante se le ocurrió poner algunas estrellas como fondo. En ese momento, Barbara Pichardo Silva se sintió fascinada y su destino quedó marcado.
“Nunca había visto eso, mi padre me mostró que era la astronomía mi futura carrera”, relata la doctora que debió haber recibido el reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a 79 destacadas académicas. Y es que la investigadora del Instituto de Astronomía de la máxima casa de estudios fue condecorada pero no acudió a la ceremonia para recibir el premio.
“No me lo vas a creer, pero me da pena”, confiesa tímidamente.
Y en un flashback de su vida, nos regresa a su infancia, cuando a través de un telescopio de juguete, “uno Mi Alegría”, observaba el universo, o bueno, eso imaginaba porque no veía ni la ventana del vecino, recuerda.
“Conocí hasta los anillos de Saturno y las lunas de Jupiter gracias a mi imaginación alimentada por textos fantásticos como Los mundos en colisión de Immanuel Velikovsky y demás materiales que rodaban por la casa”, dice con placer.
Su amor a las matemáticas la llevó a elegir la astronomía por encima de la paleontología, que también le apasiona. La doctora Barbara estudió Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) para después cursar la maestría y el doctorado en Ciencias en el Instituto de Astronomía de la UNAM.
Tiene tres estancias posdoctorales: en la Universidad de Wisconsin, otra en la Universidad de Kentucky, y otra más en la Universidad de Zürich, Suiza, además vivió en Barcelona. En todos esos lugares conoció a muchas personas interesantes, y su humildad la acompañó en cada uno, una lección que le atribuye justamente a la astronomía.
“La astronomía te muestra lo pequeños que somos, pero al mismo tiempo te da la alegría de saber que algunos seres tenemos esta curiosidad intrínseca por la ciencia”.
EL ORDEN DEL CAOS
Su campo de especialidad es Dinámica estelar en el que trabaja en tres ramas de la astronomía: Dinámica galáctica, Dinámica de discos en estrellas binarias excéntricas y Dinámica de discos planetarios en diferentes ambientes de la galaxia.
Cuando le pregunto a Bárbara Pichardo qué es lo que se cuestiona todavía del universo, sonríe:
“En el proceso de una investigación me pregunto cosas básicas, sólo confio en las matemáticas y eso porque más o menos son exactas, pero cuando se trata de las cuestiones físicas de la naturaleza me lo vuelvo a cuestionar, me quita tiempo, pero por otro lado me permite encontrar nuevas vías de solución”, así que su curiosidad podría ser justo tan infinita como los números.
La doctora Pichardo no es obsesiva del orden, de hecho gusta un poco del desorden, justo por ello es que ahora mismo se enfoca en el estudio del Caos: “No es fácil dar orden a mis preguntas, ni lo intento, a veces en el desorden encuentras un camino para resolver una investigación. En el desorden puedes encontrar el equilibrio perfecto de las cosas. No hay un orden específico para resolver un problema, esto es el estudio del Caos, mi tarea actual”.
Históricamente el caos es el inicio, es el origen de donde viene la Tierra, el cielo y todo. De repente todo se organizó, o eso dicen las mitologías mesopotámicas, babilónicas, aztecas, chinas, todas hablaban del caos.
“El caos está definido, es la impredictibilidad de las condiciones iniciales, los sistemas lo producen, es una cosa misteriosa que observamos apoyados por Miztli, la supercomputadora de la UNAM donde tenemos nuestros momentos al grado de que en año y medio logramos publicar seis artículos especializados cuando lo normal sería cuando más uno por año”.
La doctora, también amante de la paleontología, afirma que hasta ahora ”sabemos lo básico del universo, aquello que podemos ver con la luz, pero hay planetas no brillantes, o aquellos donde hay vida, aunque esta requiere de un equilibrio muy delicado, y si, probablemente encontremos vida en forma de bacterias, por ejemplo en Trappist los exoplanetas recién ubicados a 40 años luz de nuestro planeta, por el momento únicamente sabemos que es posible ante la probabilidad, nada más en la vía láctea estamos hablando de cien mil millones de estrellas, pero hay cien mil millones de galaxias”.
Y ante este universo de estrellas, ella está segura de no tener la vida suficiente para satisfacer todas sus preguntas. “Ya no sé mi propósito, mi cerebro no da para imaginar todas las posibilidades, miedo y fascinación al mismo tiempo, mientras tanto en astronomía sí soy una mercenaria, hago toda clase de cosas para tratar de entender y dejar en el camino tecnología para que ayude a la humanidad”.
MUJERES Y CIENCIA
Bárbara Pichardo fue la única mujer en una familia de cuatro hermanos, sin embargo, agradece a su padre porque se esforzó en colocar a la figura femenina como lo mejor del mundo.
“Seguramente no fue sencillo para mi padre educar a una mujer entre cuatro hombres. Se esmeraron en colocar a la figura femenina como el ser que además de inteligente posee un corazón especial”.
A la fecha, no entiende porqué hay tan pocas mujeres en la ciencia. En México apenas hay 65 astrónomas ante aproximadamente 300 hombres. Pero sin duda, reconoce que hace falta apoyo porque, en sus palabras, “las mujeres no necesitan la ciencia, es la ciencia la que necesita a las mujeres”.
En el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), las mujeres representan apenas 35 %; de ellas, 60 % se ubica en los niveles iniciales y sólo 5 % en el nivel III, mientras que de los investigadores nacionales eméritos nombrados de 2010 a la fecha las mujeres representan únicamente 16 por ciento.
Por esto también la doctora Beatriz se siente afortunada: “Nací en una familia donde se entiende que la capacidad de una mujer no es diferente a la de los hombres. Yara, mi hija de nueve años, no entiende la existencia del machismo, y creo que así de natural tendría que ser, supone como irreal la posibilidad del otro como superior, crece en un ambiente donde el machismo sí es cosa de otro mundo”.
Pero la mujer que sintió pena de ir a recibir el premio Sor Juana Inés de la Cruz, sólo se ve a sí misma como una mujer plena, así de simple: “Además de percibirme como la mujer más feliz del mundo, me pagan y no son sueldos pequeños, y también tengo la posibilidad de aprender, de viajar y conocer gente brillante, pues esto que hago es un goce todos los días”.